Yara como modelo de Amor verdadero

Reseña del Gran Evangelio de Juan

Esta recensión es elaborada en base al contenido del capítulo 113 del Gran Evangelio de Juan, tomo 2, recibido por Jakob Lorber. Se trata de la descripción de una niña de 12 años que conoció al Señor y se enamoró extremadamente. Las características de tal Amor la llevaron a un alto grado espiritual.

• Quien tiene Amor verdadero no puede hablar celosamente.

• Quién es mimado en su corazón no puede concebir un Amor verdadero.

• El Amor verdadero no pregunta si recibirá a cambio Amor; no hace diferencia entre amigo o enemigo, pues está feliz sólo con poder abrazar todo con Amor.

• Quien tiene Amor verdadero no se fija si es considerado el último entre todos, sino sólo ama incondicionalmente.

• Quien no tiene Amor verdadero llena su corazón de Amor egoísta, de mal humor y de todo tipo de sospecha y prejuicio contra otra persona cuando no es correspondido con Amor.

• Quien tiene Amor verdadero no exige ser correspondido con Amor, por eso cuando llegue el momento justo tendrá el permiso de amar a Dios tanto como pueda su corazón.

• Quien tiene Amor verdadero hace que Dios venga a él y se quede con él y comparta la sanación de Dios con el entorno.

• Cuando Dios viene busca lo más bajo, despreciado y reprimido. Porque todo lo que es grande y admirado por el mundo es una abominación ante Dios.

• Quien quiera tener cerca a Dios, tanto física como espiritualmente, temporal como eternamente, que sea una persona con Amor verdadero.

(Fuente: gej 02.113.3-6)

Texto original GEJ 02.112-115

Orden doméstico y amor

1. Al llegar a casa de Ebalo, sus hijos e hijas querían quedarse junto a Mí.

2. Pero Ebalo, para quien un estricto orden doméstico tenía mucha importancia, reprochaba, especialmente a sus hijas y a sus mujeres, que se comportaran así. «Ya habéis visto y oído bastantes cosas. Retenedlas, obrad según ello, y recibiréis la Bendición del Señor, como el Señor mismo os lo ha prometido a orillas del mar. Pero ahora volved a vuestras ocupaciones».

3. Las muchachas y las dos mujeres se excusaron y se retiraron con el corazón triste a las muchas alcobas que tenía la casa, la más grande de toda Genesaret.

4. Yo le dije a Ebalo: «Amigo, ¿por qué mandas que se vayan? Bueno es mantener un orden doméstico estricto y beneficioso para hijos e hijas, y muy laudable proteger adecuadamente a las muchachas; pero en mi presencia no hay peligro alguno: sino el Cielo bendito del cual no deberías privar a tus hijos».

5. Cuando Ebalo escuchó esto, me dijo: «Si no te importunan, les llamaré enseguida. Pero a mis hijos e hijas les gusta charlar y curiosear; les mandé irse para que no te incomodaran».

6. «Salvo la gran maldad de los hombres, ¿qué hay en el mundo que pueda molestarme?», le respondí. «¡Ve a buscarlos a todos!».

7. Ebalo se fue y los hizo volver. La muchacha más pequeña se sentó rápidamente a mi lado y empezó a acariciarme.

8. Sin embargo, Ebalo le riñó diciendo que eso no era de buena educación.

9. Mas Yo le dije: «Amigo, permíteselo porque ha escogido lo mejor. A ti y a todos os digo: quien no venga a Mí como esta muchachita, no encontrará el camino del Reino de Dios; ella ya lo ha hallado. Si queréis ganar la Vida eterna tenéis que venir a Mí con un amor intenso.

10. Esta muchachita, con lo que hace, muestra lo que siente su corazón. En cambio vosotros habláis prudentemente y mantenéis fríos vuestros corazones. ¿No comprendéis en realidad todavía quién soy?».

11. Acto seguido todos se arrodillaron, y Ebalo me besó los pies. Después me dijo con profundo respeto: «Señor, lo he sentido desde hace mucho tiempo, pero me faltaba valor para decirlo».

12. «Pues no castigues a la muchachita que a todos os animó para que vinieseis a mi lado sobre las aguas de la mar», le contesté. «Y ahora ha vuelto a animaros para que me améis. ¡Cuánto cariño le tengo! Ella ya posee lo que vosotros aún tendréis que buscar y no hallaréis pronto. ¡Empeñaos en el verdadero amor a Dios y al prójimo y tendréis en abundancia la Gracia y la Bendición desde arriba!».

13. «Señor», dijo el capitán, «aparte de mi esposa y de mis hijos que viven en Roma, no he sentido amor por nadie, pero siempre he actuado con sinceridad y justamente. Nunca apliqué la ley con rigidez sino con templanza, y no me ha ido mal así. Pero ahora siento que se puede amar efectivamente a los hombres y hacerles el bien por amor, lo que significa hacer a los demás, según se pueda, lo que quieres que te hagan justa y necesariamente a ti. Esto es el amor al prójimo.

14. Al amar al prójimo de esta manera, también se ama al mismo tiempo a Dios. Como Dios mismo es el Amor único y perfecto, por cuyo amor ha creado el mundo sensible y el espiritual, el amor al prójimo despertará consecuentemente el amor a Dios en el hombre creado por Él, y el hombre amará con todas sus fuerzas a Dios, maravilloso creador de todas las cosas.

15. Después de lo que he visto y oído de Ti en estos días, creo sin duda alguna que Tú eres el Creador mismo, o si no su Hijo desde la eternidad, que te has encarnado en un cuerpo humano de la Tierra para enseñarnos a conocerte a Ti y a Dios. Es pues necesario que yo te ame también sobre todas las cosas. Aunque no tenga el valor de acariciarte como lo hace esta tierna muchachita, te abrazo en el corazón y te glorifico. Creo que hago bien así».

16. «Está bastante bien», le dije. «Pero mejor es todavía que ese amor crezca como el de esta muchachita. ¡Miradla cómo arde de amor por Mí!».

El elogio justo y peligros de los elogios

1. Dijo la hermana mayor, a la que empezaban a atormentar los celos: «Yara siempre ha sido de naturaleza apasionada, y se encariña fácilmente con todo lo que ve. No es de extrañar que se enamore perdidamente de un hombre tan hermoso como Tú. También yo puedo hacerlo. Pero ¿de qué me sirve, si ella se ha apropiado totalmente de Ti?».

2. «Escucha, hermana celosa», le respondí, «si tuvieras un amor verdadero en tu corazón, no hablarías así. Pero como, debido a los mimos que has recibido, nunca lo has tenido, ahora no puedes impedirte hablar como lo has hecho.

3. Yara ama sin preguntar si es amada. Le da igual si son amigos o enemigos. Es tan feliz que todo lo puede abrazar con amor. Nunca se le ocurre pensar si también es amada; te ama a ti, a todos sus hermanos y hermanas y a sus padres, más de lo que es amada por vosotros. Ocupa el último lugar en vuestro amor, lo que nunca ha estorbado su gran amor hacia vosotros. Eso se llama amar verdaderamente.

4. Cuando tú amas, siempre quieres que te amen diez veces más. Y si no se responde a este amor esperado, tu corazón, que conoce sólo el amor a ti misma, se siente despechado.

5. Yara, en cambio, nunca exige ser correspondida. Por eso le permito amarme con todo su corazón. Sólo por ella vine aquí y por amor a ella me quedaré todavía unos días en esta casa. Todos vosotros debéis agradecerle que Yo haya venido y curado a vuestros enfermos, y que todavía cure otros más.

6. Allá donde voy siempre busco lo más ínfimo y lo más oprimido. Todo lo demás, lo que el mundo considera respetable y muy importante, es un horror ante Dios. Esforzaos en ser como mi querida Yara y también os encontraréis física y espiritualmente, ahora y eternamente, tan cerca de Mí como lo está ella ahora.

7. Si alabáis a alguien, alabad a quien verdaderamente lo merezca. Si la persona alabada se jacta del elogio, no la alabaréis más pues la vanidad es el origen de la soberbia, la cual es el espíritu de Satanás».

8. «Pero Señor», preguntó Ebalo, «cuando alabas a Yara delante de sus hermanos y hermanas de esta manera, ¿no hay que preocuparse de que se vuelva vanidosa?».

9. «No te preocupes por eso», le respondí, «quien me ha acogido una vez, no conocerá la vanidad nunca más. Yara, dime, ¿te consideras superior a tus hermanos y hermanas porque te amo sobremanera?».

10. «Oh, Señor de mi corazón», dijo tímidamente Yara, «de eso no tengo la culpa yo ni tampoco mi hermana. Sin embargo, quisiera que Tú amaras a mis cinco hermanas todavía más que a mí, porque son más hermosas y más inteligentes que yo. Me han llamado siempre fea y tonta porque lo merezco. Pero como todavía soy joven, también habré crecido en inteligencia cuando tenga su edad.

11. No quiero que hablen mal de mis queridas hermanas. Me enseñan muchas cosas útiles y todas me quieren como yo las quiero con todas mis fuerzas. Señor, te pido que seas bueno con ellas, pues si las veo tristes enseguida siento un gran dolor en mi alma y todo lo daría para que mis hermanas y hermanos volvieran a estar alegres.

12. No me gusta ver a los hombres tristes y desgraciados. Preferiría soportar yo toda su tristeza y su desdicha, si con ello los desgraciados, los tristes y los afligidos fueran felices, y estuvieran alegres y contentos. Por eso te pido, mi Señor Jesús, que seas tan bueno con mis hermanas como lo eres conmigo: ellas también lo merecen».

13. «En verdad, Yara, no puedo rehusar tus deseos», le respondí. «Pero ahora tus hermanas comprenden por qué te amo tanto. Si te igualan en su corazón, también las amaré como te amo a ti; no te preocupes por eso.

14. Así como tú no puedes ver a las personas tristes y desgraciadas sin sentir el deseo de ayudarlas, lo mismo me ocurre a Mí, aunque en mucha mayor medida: siento el deseo, y con él la voluntad fuerte y omnipotente de ayudar a todas las criaturas, ahora y eternamente.

15. Buscar lo perdido, curar lo enfermo y salvar todo lo que está preso, ese es mi designio, mi deseo y mi voluntad, aunque sin influir en el libre albedrío de cada persona. ¿Te parece bien, mi querida Yara?».

Yara habla sobre sus experiencias al orar

1. Dijo Yara: «¡Cómo no! También yo querría hacerlo si pudiese. ¿Pero de qué sirve mi buena voluntad si nada puedo hacer? Sólo en cosas pequeñas puedo pedir a mis padres que ayuden a los pobres y a los menesterosos. En situaciones así casi siempre me hacen caso, aunque a veces me regañan un poco por ser tan blanda e ingenua; pero con tal que algún pobre reciba ayuda, eso no me afecta.

2. Sin embargo, cuando rezo a Dios, el Señor omnipotente, no siempre tengo tanto éxito. Le he rogado frecuentemente pero cuando pensaba que Dios había escuchado mis ruegos y me dirigía a donde fuere para convencerme que mi oración infantil había sido escuchada, me sumía en la desesperación viendo que todo seguía como antes.

3. Naturalmente le preguntaba a mi padre por qué Dios omnipotente era algunas veces tan duro de oídos.

4. Y mi padre me contestaba que Dios sabía bien por qué, para su salvación, hacía sufrir más o menos a esta o aquella persona. Que Dios sabía bien cuánto tiempo le faltaba a este o a aquél para su expiación; que en tales casos de nada sirven los ruegos, a no ser que el pecador se arrepienta seriamente enseguida. Con esto me quedaba más tranquila, aunque no por ello dejaba de pedir por los pobres.

5. Algunas veces el gran Dios amoroso escuchaba mis ruegos sin tardanza y esto era mi mayor alegría. No hay mayor bienaventuranza y felicidad para un corazón compasivo que ver como el gran Dios presta oídos incluso a una muchacha pequeña.

6. Y que Tú, Señor, hayas venido a nosotros, es como si el gran Dios atendiera mis ruegos. Todos habíamos oído decir a muchas personas que pasaban por aquí, que en Nazaret y sus alrededores cierto carpintero, de nombre Jesús, realizaba curaciones hasta ahora sin precedentes: resucitaba a los muertos, hacía que los ciegos volverán a ver, que los sordos oyeran, que los mudos hablaran y que los cojos e inválidos volvieran a andar normalmente. En pocas palabras: no había enfermedad que no curara al instante.

7. Al principio no lo creíamos, pero cuando siguió llegando gente a nuestra casa, incluso personas que habían sido curadas maravillosamente por Jesús, empezamos a pensar que debía ser verdad.

8. Entonces fue cuando creció en mí un gran amor por ese hombre capaz de realizar tales milagros, y rogaba cada día al Dios amado, tan ferviente y confiadamente como me era posible, que su Omnipotencia te condujera a nuestra casa. Y Dios me ha oído verdaderamente y te ha enviado a nosotros.

9. Cuando supe que habías llegado, sentí una felicidad indescriptible. Te habría abrazado inmediatamente si hubiese tenido suficiente valor, pero hube de contenerme a causa de mis padres y de mis hermanos y hermanas. Por eso este es el momento más feliz de mi vida: puedo sentarme junto a mi Maestro y Señor, al que llevo amando sobremanera desde que oí la primera palabra sobre Él.

10. Te tengo cerca, te puedo amar y soy amada por Ti. Ni siquiera los ángeles perfectos del Cielo pueden ser más felices que yo. Te ruego que no nos abandones nunca, de lo contrario me moriría de tristeza».

11. «¡No, no, corazón mío!», le respondí, «nunca te abandonaré. También te digo que no verás ni sentirás la muerte. Mis ángeles te llevarán de este mundo y te traerán a Mí, tu Padre desde la Eternidad. Pues Aquél a quien has pedido tan cariñosamente que viniera, ahora está sentado en mi persona a tu lado y te ama con la llama divina de todos los Cielos. Tienes razón al decir que eres más feliz que los ángeles más perfectos de todos los Cielos. Levanta los ojos y verás que es como te he dicho».

Yara ve los Cielos abiertos

1. Yara alzó su mirada al cielo y, como transfigurada, vio las profundidades de los Cielos abiertas a sus hermosos ojos azul celeste. Después de bastante rato empezó a balbucir más que a hablar con una voz celestial, pura y suave: «¡Oh, santo Dios! ¡Qué encantos indescriptibles veo! Los Cielos infinitamente inmensos están llenos de ángeles bienaventurados. ¡Qué dichosos y felices deben ser! Sin embargo, la pobre Yara es todavía más feliz y dichosa. En el gran centro de los Cielos inmensos, está vacío el trono eterno alrededor del cual se hallan arrodillados una gran multitud de ángeles sobre nubes claras como la luz solar, que exclaman continuamente: “¡Santo es Aquél cuyo trono está aquí! ¡Regocijaos, porque Él terminará pronto la gran obra en la Tierra y vendrá a ocupar este trono de la Gloria de Dios!”. El único que tiene derecho a ocupar este trono, está ahora como hombre aquí con la pobre Yara. ¡Alabadle y ensalzadle, pues de Él es este trono eterno de Gloria y Poder divinos!».

2. Tras estas palabras y desvanecida la visión, se reclinó sobre mi pecho y exclamó: «¡Oh, santo Dios! No rechaces a la pobre y débil Yara, que se atreve a amarte todavía más por todo lo que he visto».

3. «Si, corazón mío», le dije, «por eso es por lo que te acabo de mostrar mi Gloria y mi Reino, para que me ames cada vez más. Por más que me ames, este amor no te hará daño alguno».

4. Yara, impulsada por su gran amor, me abrazó apretándome el pecho con fuerza y Yo dije a los que estaban a nuestro lado, mudos de asombro: «Mirad y tomad ejemplo de esta muchachita. Sólo tiene doce años y me muestra un amor como no lo ha habido antes en todo Israel. A quien me ama de esta manera, le daré una recompensa abundante y sin igual».

5. Tras esta escena tan reconfortante que duró más de una hora, llegaron los sirvientes de Ebalo y preguntaron si ya era momento de traer la cena.

6. Ebalo les dijo: «Si es del agrado de nuestro Señor Jesús, traedla ya».

7. «Traed lo que tenéis. Pues el amor da y recibe, y Yo quiero recibir también lo que he dado. Sin embargo, mi alimento preferido es esta muchachita; pues ella me da lo que la Eternidad pudo darme y todavía no me dio».

8. Entonces los sirvientes salieron para traer los platos de comida. Pero cuál no fue su asombro cuando vieron que no quedaba nada de lo que habían preparado, y que la despensa estaba repleta por el contrario de las más exquisitas comidas, de las frutas más deliciosas y del más excelente vino. Al poco volvieron para contar entusiasmados lo que había ocurrido en la cocina. Preguntaron si debían traer esas comidas o tenían que empezar de nuevo a guisar otras.

9. «Traed lo que hay en la despensa», les ordené, «pues hoy sois todos invitados míos. Los platos que habéis preparado ya han sido llevados a mis discípulos, a los dos esenios y a los fariseos. No les molestéis porque, en mi nombre, todavía tienen que cumplir una misión que requiere sus esfuerzos hasta más de medianoche».

Los sirvientes se fueron para traer el alimento celestial.

10. Ebalo y el capitán dijeron muy animados: «Señor, hechos como este ya no nos extrañan en absoluto, puesto que vemos claramente que Tú eres el Señor al que nada es imposible. Sólo nos queda una importante pregunta: ¿Cuál es la causa por la que nos has hecho dignos de tanta Gracia? Aunque como ya llegan los alimentos celestiales, hablaremos después de la cena».

11. Una vez servida la cena y pronunciada la oración de gracias, los invité a empezar y todos se pusieron a comer con gran satisfacción. El capitán comentaba que nunca había tomado comida ni vino tan excelentes. Mi Yara también disfrutaba mucho del buen sabor de los alimentos, lo que todos confirmaron, alabándome a Mí y al buen Padre en el Cielo.

Fuente: GEJ 02.112-115

Sobre Yara

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Yara era la hija menor de Ébalo. [1] Su corazón estaba lleno del más puro amor por Dios; ella era, en sentido espiritual, una esposa de Dios. [2]

Esencia

Antes de Yara, nadie en esta tierra había tenido experiencias como las que ella tuvo, determinadas por Dios. Ella sabía muchas cosas inexpresables que nadie en toda la gran tierra, excepto el Señor, sabía o conocía. Además, tenía el mayor y más poderoso amor por Jesús, en el que prevalecía la mayor confianza en él. [3] A través de su amor ilimitado y más puro por el Señor, su corazón se unió al de Él. Por eso ella podía siempre obtener, de la forma más directa posible, toda luz y, por lo tanto, también toda sabiduría de la fuente original de toda luz, todo ser y toda verdad. Aquella Verdad que es inmutable por siempre en Jesús. Lo que ella sabía de esa luz no fue su conocimiento propio, sino el conocimiento del Señor en el corazón de ella. [4]

La vivencia de Yara en la esfera de la vida divina más íntima del el hombre hizo que pareciera como si el corazón del Todopoderoso estuviera en el corazón de Yara. Su profundidad de sabiduría era tremenda, su agudeza intelectual penetrante. Incluso el Arcángel Rafael tuvo que tener cuidado con ella. Cualquiera que tuviera menos experiencia para entablar una conversación con ella podría fácilmente avergonzarse de manera intensa. Por mucho que a uno le gustara la chica, podía sentir enorme respeto estar en su cercanía (según explican los jóvenes Helena y Matael) [5]

Yara tenía sueños proféticos. En uno de ellos vio la Crucifixión de Jesús; visión que hasta ese momento había sido concedida sólo a unos pocos profetas. En otro sueño ella vio Su Resurrección. [6]

Apariencia

Yara tenía hermosos ojos azul color cielo; sin embargo, según su propio criterio, sus cinco hermanas eran mucho más bonitas e inteligentes que ella. Sus hermanas siempre la llamaban fea y estúpida. [7] Sin embargo, Jesús dijo que su aspecto exterior era muy hermoso. [8] Un capitán sirviente de barco también describió a Yara como una figura verdaderamente angelical. [9] Incluso fue confundida con un ángel, y su mirada suave y firme y hablante delataba una gran sabiduría. [10]

Aunque Yara tenía solo doce años y medio cuando conoció a Jesús por primera vez, parecía una niña de dieciséis años. Su cuerpo estaba completamente desarrollado (según dijo un contemporáneo de ella). [11]

Durante la caminata hasta la montaña Morgenkopf, Yara usó un vestido azul plisado, zapatos ligeros con cordones y un sombrero de paja ingeniosamente tejido. [12] Cuando volvió a encontrarse con Jesús poco tiempo después en Cesarea de Filipo, vestía un traje bastante caro como una hija de padres adinerados. [13]

Personalidad

Yara amaba sin preguntar si le correspondían el amor; Amigo y enemigo eran iguales para ella. Ella amaba de verdad y estaba tan bendecida que solo podía abrazar todo con amor. Amaba a todas las personas, sobre todo a los necesitados, y siempre hacía todo lo posible por ayudar a los pobres. Ella era muy compasiva y no podía ver a nadie que estuviera triste o infeliz; Preferiría asumir toda la tristeza e infelicidad, si tan solo todos los infelices y los que están de luto fueran felices, alegres y alegres. Yara amaba a su familia más de lo que fue amada por todos, incluso permaneció en su amor como la última, pero esto nunca la había inquietado en su gran amor por ellos. [14] El alma de Yara no dejó nada más que desear de ella. Su cabeza y su corazón estaban en el lugar correcto. La sabiduría de los sabios de la tierra y mucho más habitaba en su corazón purísimo. Estaba completamente situada en su esfera de vida, así como debería estar todo ser humano. [15] Sin embargo, a Yara no le gustaba para nada Judas. [16] Un pequeña debilidad de ella era hablar algo más de la medida. [17]

Yara amó a Jesús por sobre toda medida desde que escuchó la primera palabra de Él. Ante Su presencia, ella era más feliz que los más perfectos ángeles en el cielo. Ella amó a su Dios y Señor sin rastro alguno de amor sensual, al igual que los ángeles en el cielo y, por lo tanto, ella misma fue durante mucho tiempo un ángel muy hermoso, de quien el Señor Mismo estaba enamorado por sobre toda medida. Jesús amaba a Yara con la llama puramente divina de todos los cielos y le prometió que no la dejaría para siempre. Ella no vería ni sentiría la muerte porque sus ángeles algún día la sacarían de este mundo y la traerían a Él, su Padre desde la eternidad. La joven mostró un amor tal por Jesús que no hubo comparación alguna en todo Israel. Ella le dio a Dios lo que la eternidad aún no le había dado y ni tampoco Le pudo dar. [18]

Historia

La familia de Ébalo se enteró de las extraordinarias curaciones milagrosas que Jesús realizó en Nazaret. Al principio pensaron que era una fábula, pero cuando constantemente llegaba gente donde ellos que incluso habían sido maravillosamente curados por Jesús mismo, empezaron a creer. Yara sentía un amor extremadamente fuerte por este sanador milagroso y le pedía a Dios con devoción y confianza todos los días que Él quisiera traer a Jesús hacia ellos. Yara tenía doce años cuando Jesús, que estaba con sus discípulos, vino a la casa de su padre Ébalo y realizó muchas curaciones milagrosas allí. Yara sintió una gran dicha y le hubiera gustado caer alrededor del cuello de Jesús, pero se contuvo debido a sus padres y hermanos. Cuando Jesús caminó sobre el mar de Galilea ante Ébalo y su familia (ver “segundo año de aprendizaje”), ella fue la primera que se atrevió a seguirlo caminar sobre el agua, lo que animó a los demás también hacerlo. Yara amaba mucho a Jesús y por eso animaba los otros a amar al Señor. Jesús quería mucho a Yara, por eso mismo había venido a Galilea, donde Ébalo y su familia, únicamente por Yara. [19]

Yara ve la gloria y el reino de Jesús

Jesús le mostró a Yara Su gloria y Reino porque quería que ella lo amara más y más. Yara vio los cielos infinitamente grandes, llenos de los ángeles más benditos. En el gran centro del cielo infinito vio el trono eterno, alrededor del cual innumerables ángeles se arrodillaban sobre nubes iluminadas por el sol y constantemente decían: "¡Aquél cuyo trono está aquí es santo! ¡Oh, vosotras, las eternidades, regocijaos por siempre, porque pronto realizará sobre la Tierra la gran obra que nunca se puede describir y vendrá y tomará este trono de la Gloria de Dios!". [20]

Caminata a la montaña Morgenkopf

Jesús y los Suyos fueron de excursión a la montaña rocosa llamada Morgenkopf. Al lado del Señor caminaba la pequeña Yara, el centurión romano Julius y Ébalo (padre de Yara). Aunque esta montaña era empinada e inaccesible, gracias a la guía y al poder milagroso de Jesús, la compañía llegó o flotó hasta llegar a la cima en poco tiempo y sin dificultades. [21]

La cima más alta ofrecía una vista maravillosa, pero era muy accidentada y apenas ofrecía espacio para 30 personas que no temían a las alturas. Mientras Yara, confiando en el poder milagroso de Jesús, saltaba como una gamuza (antílope) sobre los abismos, todos los demás, excepto Jesús, tenían miedo, especialmente Julio. Cuando Yara no logró aliviar el miedo de Julius, tuvo la idea de que podía pedirle a Jesús que lo curara de su vértigo. El centurión se volvió hacia Jesús y le suplicó que lo liberara de su miedo y vértigo. Jesús hizo que Ébalo le diera a Julius una copa de vino, quien la bebió, con lo cual todo el miedo y el mareo lo abandonaron de inmediato. Cuando los demás vieron esto, también le pidieron a Jesús que se liberara de sus molestos temores. Jesús les dio a todos el vino y de repente la colina estaba tan animada como un jardín público. Cuando se acercaba la puesta del sol, Jesús anunció que se quedarían en la montaña por la noche y no descenderían hasta mañana en sábado. Pero durante la noche todos verían resplandecer la gloria de Dios. Yara estaba tan encantada con esto que se hundió a los pies de Jesús y cayó en una especie de desmayo, que pronto pasó. [22]

Jesús muestra a Yara Sus Glorias

Jesús presentó sus tesoros a Yara como un novio cortejando a su novia. Hizo esto para hacerla más inclinada a Él, para que un día, en el momento de la tentación del mundo, ella no se apartara de Su corazón. Debería convencerse a sí misma de sus tesoros, de modo que pudiera ver que no era tan pobre como parecía anunciar su apariencia. [23]

Durante la noche en la cima de Morgenkopf, la compañía se durmió y solo Jesús y Yara permanecieron despiertos. Lo que Yara vio posteriormente en realidad, vio a los demás, los discípulos del Señor y los parientes terrenales de Yara, en un sueño. Esto sucedió porque Yara había pasado completamente al espíritu con su alma y casi no tenía más comunidad con la materia del mundo. Sus ojos terrenales se habían convertido en el ojo de su alma, y su alma en el ojo de su espíritu eternamente inmortal. Este no fue el caso de los durmientes; a través de sus ojos terrenales sus almas no vieron durante mucho tiempo, y el ojo de sus espíritus todavía estaban bien cerrados. Por lo tanto, a través del sueño del ojo externo, su alma tuvo que ser privada de toda cosmovisión, para que con sus sentidos más finos pudiera alcanzar la percepción de lo suprasensible, la transición a lo espiritual. Era una especie de sueño en sí mismo (sueño de éxtasis), al que una persona solo rara vez puede llegar de una manera completamente natural. [24]

Levantamiento del mar de Galilea

Siguiendo la guía de Jesús, Yara miró al cielo estrellado más con los ojos de su corazón que sus ojos físicos. Entonces todos los cielos se abrieron e innumerables multitudes de los ángeles de Dios flotaron gloriosamente resplandeciendo sobre la tierra y cantaron: "¡Derretios todos los cielos de Gracia para los justos en esta tierra! Porque santo es Quien ha pisado la tierra. Un sol que brilla en la luz de la Gracia de Dios en el infinito profundo! ¡Él recibe a los hijos de los hombres que Satanás ha engendrado y los hace hijos de Su amor! Por tanto, toda la honra, toda la gloria y toda la alabanza a Él solo; por todo lo que Él hace está bien hecho y Su orden es amor, emparejado con la más alta sabiduría. Por eso solo Él es santo, demasiado santo, y todas las rodillas en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra deben inclinarse ante Su Nombre. Amén". Uno de estos ángeles le dio a Yara una prueba de su gran poder al sacar el mar de Galilea de su palangana (cuenca del mar) como una bola de agua, y con tal cuidado que ninguna criatura resultó dañada. En solo un momento, el ángel llevó a Yara al fondo más profundo del mar para que pudiera convencerse de que el lago estaba completamente libre de agua. Allí recogió del suelo una hermosa concha de perla, que le dio a la niña como recuerdo y como instrucción a los demás, que estaban profundamente dormidos. [25]

Pendiente de la montaña

Ya que Yara se había encariñado tanto con Jesús, Él le dio la libertad de darle una tarea al ángel. Luego, la niña le pidió al ángel que creara una manera fácil y segura de escalar la montaña. El ángel hizo esto en un momento. Condujo a Yara a las laderas de la montaña, donde pudo ver por sí misma que la montaña no había perdido nada de su altura, pero que se podía escalar por todos lados sin ningún peligro. [26]

Viaje físico a un mundo estelar distante

Para mostrar a Yara la velocidad de un ángel y que todo es posible con Dios, el ángel llevó a la niña a una estrella distante y la trajo de regreso después de unos segundos. En esos breves momentos, Yara vio un mundo inmenso y maravilloso, en el que todo era mucho más grande que en la tierra. Se paró en una montaña muy alta y vio una superficie interminable a su alrededor. Este fue atravesado por todos lados por las más maravillosas corrientes. La tierra fue cultivada con los más espléndidos jardines y templos. Allí vivía gente muy perfecta, que también era muy alta. Siguiendo el consejo del ángel, Yara cogió una piedra reluciente del suelo y se lo llevó a la tierra como prueba de que realmente estuvo en esta estrella distante. [27]

Viaje espiritual a mundos estelares distantes

Jesús le mostró a Yara la forma en que una persona perfecta en su corazón puede viajar por las estrellas sin ser arrebatada de la tierra. La niña ahora viajó en su mente a la estrella que ya había visitado y allí vio increíbles glorias. Aunque Yara solo estaba allí espiritualmente, vio la estrella mucho mejor que antes, cuando el ángel la había llevado allí. El mundo visitado era un sol similar al de la tierra, pero unas mil veces más grande. [28]

Debido a que Yara quería saber qué sucedió con aquellos pueblos que no recibieron la enseñanza de Jesús en la tierra, Jesús le dio una idea de una escuela y una casa de práctica en la abnegación y la autoconquista en otro mundo solar. Este sol era cuatro mil veces más grande que el sol terrestre. [29]

El ángel Rafael

Dios permitió que el ángel que hizo milagros cuando Jesús mostró Su Gloria a Yara permaneció con ella hasta su madurez, mientras que los otros ángeles se volvieron invisibles nuevamente. Su nombre era Rafael y adoptó un traje que se usa comúnmente en Galilea. Ahora parecía perfectamente un ser humano. [30] Hasta que Yara cumpliera los dieciséis años, debía ser su protector, guiarla e instruirla, y también a otros, si así lo deseaban, en la sabiduría de los cielos de Dios. Después de eso, la dejaría por un tiempo, como el Señor lo había ordenado (según cuenta Yara). [31]

Las lecciones que Rafael dio a Yara durante su estancia, sin embargo, no consistieron en enseñar, sino que siempre trataron de traer algo de confusión a los conceptos y entendimientos de su alumna, quien luego tenía que resolverlas ella misma y sin su ayuda. Sin pruebas sólidas de lo contrario, no permitió que la alumna tuviera para nada la razón, incluso cuando ella hiciera las afirmaciones más justas posibles. Yara, sin embargo, sabía poner a su rabino en tales trampas que al final difícilmente él no hubiera encontrado la salida si la muchacha no le hubiera ayudado a salir. A veces, Rafael parecía llevar a Yara y a otras personas por el mal camino y llevarlos al camino correcto a través de experiencias amargas. Pero incluso en esto, el ángel solo siguió los caminos secretos del Señor y obedeció lo que el Espíritu del Señor le obligó a hacer (según Ébalo y Rafael). [32]

Rafael fue entregado a Yara como maestro y protector, pero él no dejó que ella le diera ninguna orden. Si ella le pedía al ángel que hiciera esto o aquello, lo menos que él hacía era justamente lo que ella le pedía. Si quería saber algo de él, entonces él no solo no decía nada, sino que le preguntaba al respecto de inmediato, y ella debería decirle ahora lo que solo quería saber de él. Yara le tenía mucho cariño a Rafael y él siempre era extremadamente amable, pero no se le podía pedir nada, todo era en vano (según de Yara). [33]

Despertar y desayuno de la compañia

Después de estos eventos, Jesús ordenó a Rafael que despertara primero a Simón Judá quien, después de despertarse, relató sobre los sueños maravillosos que tuvo y descubrió que la montaña ahora estaba tan cambiada como la había visto en su sueño. Por instrucción de Jesús, Pedro despertó a los otros discípulos que habían tenido las mismas experiencias que él. Solo Judas contó un sueño en el que, enfadado, quiso empujar a Pedro, que había predicho su traición, por el acantilado hacia el mar, pero Tomás lo detuvo . Los discípulos se maravillaron de los rostros de sus sueños y de que fueran realidad. Todos los discípulos, excepto Judas, se acercaron a Jesús llenos de ferviente celo y le llevaron un resplandeciente "Hosanna" como saludo matutino. [34]

El capitán, Ébalo y su familia también se despertaron y descubrieron que sus sueños eran realidad y que ahora se podía escalar la montaña de manera segura desde todos los lados. [35] Le pidieron a Yara que les mostrara los dos símbolos conmemorativos: la ostra perla y la piedra brillante. La cáscara contenía veinticuatro perlas muy valiosas del tamaño de un huevo de gallina pequeño, y no se pudo estimar el valor de la piedra brillante. Así que Yara no solo era espiritualmente, sino también terrenal, la niña más rica del mundo. Para Yara, estos dos monumentos no tenían otro valor que el recuerdo de los milagros indescriptibles de Dios sobre los habitantes pobres, débiles y pecadores de la ciudad y región de Galilea. [36]

El el grupo estaban dos esenios y varios fariseos que fueron enseñados por los discípulos del Señor. Ellos también tuvieron extraños sueños esa noche, que luego se dieron cuenta. Ahora creían en el poder divino y el poder de Jesús. [37]

Jesús bendijo los restos de la cena de ayer: media barra de pan y un poco de vino . Luego le indicó a Ébalo que lo distribuyera como desayuno. Ébalo partió grandes trozos de la mitad de la hogaza, que todavía no se hacía más pequeña, y distribuyó los trozos entre las treinta personas que habían venido conmigo a la montaña. El resto se lo dio, nuevamente por instrucción de Jesús, a Yara, quien primero le dio un trozo a Jesús, luego a Rafael, luego a Ébalo y finalmente el resto a sí mismo, por lo que todos tuvieron suficiente. También se distribuyó el vino. [38]

Regreso a la casa de Ébalo

Jesús anunció el regreso de la montaña Morgenkopf, porque más abajo esperaban varios enfermos a los que había que ayudar para que no hubiera más enfermos en toda la zona después de su partida. Jesús, Yara y Rafael los guiaron hacia el valle hacia Galilea, donde llegaron en aproximadamente dos horas y media. El Señor reunió a todos los invitados de la montaña y les instruyó que guardaran para sí lo que habían experimentado y visto en las alturas por el momento; sólo cuando se dieran cuenta de ello a través de un gran cartel del cielo, deberían predicar esto desde los tejados a las personas de buena voluntad. Pero tales cosas deberían permanecer permanentemente ocultas del mundo inicuo, ya que un sentido externo del mundo no las comprendería y las condenaría como personas sin sentido, lo que resultaría en la muerte eterna de sus almas. Tras esta decisión, ellos se trasladaron al pueblo y a la casa de Ébalo. [39]

El sirviente del barco, Dismas, había recogido mejillones y una concha de caracol del fondo del mar de Galilea cuando lo recogieron (ver arriba). Los tres conchas eran maravillosos a la vista, pero por lo demás inútiles, pero todavía quería tres “groschen”(monedas) de plata para ellos. Rafael se lo compró y se lo dio a Yara en memoria, quien estaba muy feliz por ello. Eran caparazones de animales que habían muerto hace varios milenios. [40]

Jesús se quedó con el honesto Ébalo unos días más y le dio instrucciones para la agricultura, la cocina y la autarquía (autosuficiencia. Que se abastece con sus propios recursos) . Al mismo tiempo, Él y sus discípulos plantaron un pequeño huerto para Yara, por lo que ella estaba muy feliz. Para Yara, este pequeño jardín era como un verdadero libro de sabiduría profunda y en pocos días aprendió más de él que su Salomón con toda su sabiduría podría haber abierto. El jardín correspondía al corazón de Yara y la jardinería —el cuidado atento y diligente de las útiles plantas colocadas por Jesús, el exterminio de malas hierbas, el riego en calor y la sequía, la formación y cuidado de su corazón. Cuando todo en la casa de Ébalo estuvo en perfecto orden, el Señor se preparó para continuar su viaje. Cuando Yara escuchó que Jesús estaba a punto de mudarse, comenzó a llorar amargamente. El Señor la consoló prometiéndole que la volvería a ver pronto. Espiritualmente, ella debería hablar con Él cuando quisiera, y Él le daría la respuesta más perfecta con claridad en su corazón. Además, el ángel Rafael quedó visible para ella en su lugar, quien la conduciría por el camino correcto. Con eso, Yara se tranquilizó. Jesús bendijo toda la casa de Ébalo y luego, acompañado de una gran multitud, se dirigió al mar donde esperaba el barco. [41]

Otro encuentro con Jesús

Después de que Jesús se hubo marchado, Ébalo y Yara pronto lo siguieron, porque Yara tenía un gran deseo por el Señor. Lo conocieron en la casa de Markus en Cesarea de Filipo . Yara tenía catorce años en ese momento. [42]

Yara sufría por el hecho de que sus hermanas tenían mentalidad mundana y no se les podía hablar mucho sobre asuntos espirituales. Jesús la consoló diciéndole que encontraría a sus hermanas más receptivas espiritualmente tan pronto como regresara a casa. Además, Rafael se quedaría a su lado y con él enderezaría a sus hermanas y hermanos. [43]

Futuro

Yara amaba mucho a Jesús y Él conocía su fidelidad, pero aún era más una niña que una niña adulta . Ella estaba bajo la protección de sus ángeles y los espíritus malignos del mundo no podía acercarse a ella. Pero cuando llegara a madurar, entonces tendría que resistir el mundo malo y sus deseos con sus propias fuerzas para ganar terreno sólido en el que solo podría acercarse verdaderamente a Jesús en espíritu y en toda la verdad. Después de varios años, algunas tentaciones se apoderarían de ella también, con lo que ella lucharía a pesar de la mayor confianza en Jesús. Pero ella vencería todas las tentaciones por la fuerza y el poder del nombre del Señor y de ahí en adelante caminaría libremente en la Luz del Señor. Hasta ahora ella no había pasado por ninguna pelea. [44]

Referencias

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